viernes, 29 de junio de 2007

Stonewall

Anoche, en los festejos de homenaje a Stonewall , en sintonía con la semana internacional de "orgullo gay (lésbico, travesti, intersex, transex, bisexual, etc...)", estuvimos en Brandon, sede de la maratónica jornada.
Como cerca estaba Diego Erlan, apoyado en una columna, me privé de todo comentario comprometedor para evitar posteriores reproducciones en su columna de chismes. Esta mañana pensé que la precaución había sido inútil, porque igual podía hacer de las suyas, y entonces preferí ganarle de mano y contar yo mi versión de la fiesta.
Nadie lo señaló, pero era evidente en un acto patrocinado por el Inadi y en el cual fue presentada la "Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans", la ausencia de la Comunidad Homosexual Argentina. Internas en el paraíso.
Como la pícara de Lisa se había ido a San Francisco (vaya uno a saber con qué legítima excusa, pero con certeza para divertirse en el Pride de allá), Jorgelina había quedado como anfitriona y organizadora general. Todo salió espléndidamente y sus nervios estuvieron totalmente injustificados.
Abrió la noche (mucho más tarde de lo programado), la "versión larga" de rainbow, el primer video de S., muy aplaudido por su trabajo.
Después, se sucedieron bajo la pantalla dos grupos musicales sobre lo que no es mucho lo que puedo decir, salvo que me pusieron en el lugar del "viejo choto": no entendí lo que hacían (no pude disfrutarlo). Por suerte, el resto de la concurrencia (numerosísima y muy entusiasta) parecía feliz con todo lo que se oía. Yo repartía, mientras tanto, postales de El amor en los tiempos del dengue.
De los dos cortos que se exhibieron, Última voluntad me pareció un poco pretencioso e ideológicamente confuso (o trivial). Drag, de la propia y ausente Lisa Kerner, encantador (como era de esperarse). En las transiciones entre uno y otro número, proyecciones fotográficas de proyectos que yo ya había visto alguna vez en Internet. Y vino, escanciado sin pausa y en cantidades escandalosas que transformaron bien pronto nuestras lenguas en trapos de piso. Pablo Pérez había llegado temprano, después se fue a dar clases, y volvió con su troupe para hacer su lectura, exhibir algunos fragmentos de la película Un año sin amor que no integraron el corte final, y realizar una performance con dos de sus masters predilectos. La gente quería más, más, más (¡que le pegaran más a Pablo!), pero no era justo que el público recibiera tanto por tan poco.
Como muchos amigos habían llegado tarde, exigieron una nueva pasada de rainbow y S. puso esta vez la "versión corta" (uso comillas, porque la primera versión dura 6 minutos, y ésta 5, pero ya sabemos lo quisquillosos que son los artistas visuales con estas cosas). Nuevos aplausos, nuevos entusiasmos.
Ya eran más de las 2 de la mañana y Francisco Garamona apenas se tenía en pie. Teníamos que comer algo. Terminamos en Santiago del Estero y Avenida de Mayo, ese restaurante que parece salido de una realidad alternativa (Mar del Plata, por supuesto), una de cuyas virtudes es que tiene la cocina abierta las 24 hs. Con los primeros boquerones ya pudimos recuperar una cierta compostura y planeamos, con Francisco, un single para el año próximo (por lo que yo había podido oír hacía un rato, no había razones para que yo me privara de lanzar mi repertorio propio de melódico internacional).
En algún momento, después de la primera proyección de rainbow, unos periodistas de Clarín me interrogaron severamente sobre homofobia, reivindicación de derechos civiles de minorías sexuales y otros temas sobre los cuales siempre será difícil ponerse de acuerdo. Creo que querían que yo condenara por anticipado la política que, en la materia, habrían de desarrollar los prohombres y promujeres de Macri en la ciudad de Buenos Aires. "Para eso, habrá que esperar", les contesté y, como me interpelaban diciéndome "ustedes", aproveché para señalarles que nada era más heterosexista y discriminatorio que ese plural un poco vago y, sobre todo, imposible de sostener. "Nosotros", sí, la comunidad imposible, nosotros estábamos en una fiesta.

5 comentarios:

beatriz dijo...

no sé dónde publicar esta entrada, te escribo para que me expliques cuál es el valor de "Còmo me hice monja", de César Aira, y por qué no sé en qué año proclamaron en España que çese era uno de los mejores diez libros publicados.
No encuentro lectores de Aira. Soy profesora de Literatura y mis colegas no tienen tiempo de leer nada nuevo, para sobrevivir tienen que trabajar muchas horas...

beatriz dijo...

con respecto al comentario, si no lo querés publicar, ¿no me lo podés contestar personalmente?
Además de profesora, escribo, y al ver tanta repercusión de algo que me parece incomprensible, me pregunto si no me estaré perdiendo algo que mi mente no puede comprender.
Pero está lo que decía Georgie, que no era necesario leer algo que no nos guste.

Anónimo dijo...

Francamente, no entiendo la caradurez de la gente. Digo, ¿a quién se le ocurre entrar un blog, agarrar una entrada que no tiene nada que ver con el tema, y dejar un comentario del tipo "me podés explicar qué hay de bueno en Cesar Aira"? Ya que existe internet, ¿no puede molestarse en buscar lo que ya se ha escrito al respecto? ¿Qué es eso de "me lo podés contestar personalmente"? Qué imaginan qué es el blog? ¿Un servicio de asistencia al suicida?

Linkillo: cosas mías dijo...

Cfr. Contreras, Sandra. Las vueltas de César Aira. Rosario, Beatriz Viterbo, 2002. ISBN: 950-845-115-7

Gus Casals dijo...

Linkillo ( adorable nombre ).

Tarde, pero bueno, recien ahora lo vi. Queria, ya que uno no puede evitar aparecer de todas maneras en la columna de chismes de Erlan, comentar el yire que el mismo me mando desde el minuto 1 de mi presencia en el evento Brandon. Se olvido de comentar como " estuve yirando toda la noche al novio de Pablo Perez, mientras este era *suavemente* castigado" en su mini aguafuerte.