viernes, 25 de febrero de 2005

La verdad de la falta (en quince pasos)

Por Daniel Link*

1. ¿Lo que sobra y lo que falta? Entiendo la consigna como una provocación. Pero, al mismo tiempo que me tienta responder al desafío, me cuesta someterme a la lógica de la castración: ¿Hay verdad en la falta? ¿Es la falta un síntoma? Y, al señalar lo que sobra, ¿no me colocaría de inmediato en un lugar (sobre)determinado en el juego de las infinitas castraduras? ¿Puedo decir (sin riesgo para mí) que está de más lo que está en el lugar de lo que falta?

Sobrar, no sobra nunca nada, ni siquiera como suplemento (ni siquiera en concepto de goce suplementario). Y, en cuanto a la falta: ¿quién se atrevería a decir lo que hay en el lugar de la falta, lo que se encuentra en ese agujero (negro) del sentido? No yo, nunca "yo". Nunca el que dice "yo".

2. Me gusta/ no me gusta. Cada cual tendrá su lista. El delirio de las identificaciones narcisistas. Me gusta la literatura argentina. No me gusta la literatura internacional. Me gusta el ejercicio de lo novelesco sin la novela que leo en María Moreno. Me gusta la obsesión parresiasta por la verdad (y por el poder, y por el deseo) que atraviesa todos los textos de Pablo Pérez. No me gusta el oportunismo casi turístico de las novelas sobre tango, peronismo y dictadura. Me gustan las alegorías homoeróticas de Ariel Schettini. Me gusta el juego de preguntas y respuestas que, como una melodía, atraviesa la experiencia poética de Arturo Carrera. No me gusta el mondongo, pero no me atrevería jamás a insinuar que "sobra".

sigue acá.

incluido en Lo que sobra y lo que falta en los últimos veinte años de la literatura argentina.
Buenos Aires, Centro Cultural Ricardo Rojas, 2004, págs. 113 a 120


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