viernes, 25 de febrero de 2005

Negocios y contradicciones

Guillermo Piro escribe: "El negocio no cierra: sale Ibarra, entra Macri". La argumentación (que no sostiene Piro, sino el ibarrismo) es tan pueril y tan endeble que casi no hace falta desmontarla...
En primer lugar, no se trata de ningún "negocio" (salvo, insisto, para quienes lucran con el asunto).
En segundo lugar, cuando yo era chico ya me parecía mal el cuento del cuco.
En tercer lugar, no sé en qué se sostiene un fatalismo semejante (¿qué mecanismo constitucional ha puesto a Macri en la línea de sucesión de la alcaldía?).
En cuarto lugar, aún admitiendo que así fuera, pues bien: lo siento. Macri, ese "
zorrito de peletería", llegaría, en todo caso, a gobernar una ciudad y nada más que eso. "Que Ibarra le haya entregado la ciudad al macrismo es otra de sus culpas y no algo que, ahora, pueda salvarlo de la condena pública que se merece" (escribí y repito). Que haga Macri sus chanchullos y después habrá que ver a quién votamos.
Omar Genovese, más agudamente, escribe que "a Daniel Link se le volaron los pájaros". Tiene toda la razón del mundo en ese punto. Pájaros volados, sí. Pero yo no hablo ni de revoluciones (para las que, sinceramente, me parece que nadie tiene estómago, empezando por mí) ni de cambios maximalistas ni de agudizar contradicciones. El tiempo de la dialéctica es puramente histórico y fascinante como cosa histórica. Hablo sencillamente de pensar seriamente en estrategias de gobierno que participen verdaderamente del imaginario de la izquierda (el módico progresismo que nos tocó en suerte) y no este limbo absurdo en el que toda cosa que se diga parece un enunciado golpista.
Lo único que dije y digo es que Ibarra debe renunciar y ponerse a disposición de la justicia. Sobre todo porque la única razón que hasta ahora se ha expuesto en contrario de su renuncia es que quedándose burla las ambiciones de poder de Macri. Hay que ser profundamente cretino para aceptar un lugar semejante.
Mi posición (antes minimalista que maximalista) puede ser vista como macrista, por algunos (
Hernán López Echagüe ya me había advertido contra ese vicio argumentativo); trotskista, por otros (yo lo único que sé es que en el lugar de Ibarra ya habría renunciado).
Semejante oscilación sobre el significado de una sola frase no hace sino reforzar mi afirmación en el sentido de que los luctuosos acontecimientos que nos ocupan no han sido todavía analizadas con el rigor que se merecen. Se me volaron los pájaros, Omar, sí, por el silencio opresivo de nuestros maestros y maestras. ¿Por qué no se discute? Sí, ésta es la llanura de los chistes; sí, el país está atado con alambre; sí, la taba está siempre cargada (y en contra de los mismos, siempre). ¿Y eso en qué sentido avala la permanencia de Ibarra en su sillón manchado de sangre?
Ahora sí, prometo llamarme a silencio en relación con este tema. Mi folletín, por lo menos, avanza (a ciegas) en alguna dirección*.

*¿Hace falta aclararlo? No estoy involucrado en ninguna polémica editorial.
Y la mercadotecnia es para mí un juego más, un chiste.



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