"Temblaba aún, cuando llegó a la sede de Defensa Civil y escuchaba los ecos de sus asesores, que le decían: 'Aníbal, andá a los hospitales; andá a Cromagnon y ayudá con los cuerpos. Hay que estar presente; hay muchos pibes muertos'.
¿Por qué Aníbal Ibarra, jefe de gobierno porteño, no hizo caso de los ruegos de sus colaboradores? ¿Por qué, teniendo la posibilidad de convertirse en el Rudolph Giuliani argentino, prefirió correr el riesgo de terminar como Fernando de la Rúa?
Gente de su círculo íntimo contó: 'No quería tener una exposición mediática y sintió que, si se aparecía en el Once, la gente lo iba a insultar'. (...) 'El flanco más débil es la falta de un certificado de los bomberos porque Cromagnon no tenía habilitación. Lo que tememos es que se empiece a estudiar a fondo el área de inspectores, donde, sospechamos, se podría haber sostenido alguna caja política o de alguno de los sindicatos', finalizó una fuente inobjetable" (La Nación)
Aleluyas matritenses: pasado, humor y grotesco
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Hace un tiempo largo, me encontré en una casa ajena con este libraco
titulado *Aleluyas matritenses*, publicado en 1994 por el Museo Municipal
de Madrid....
Hace 13 horas.

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