viernes, 18 de marzo de 2005

Conversaciones de un padre de familia

Hoy almorcé con mi hija, que quería convencerme de que abriéramos una caja de ahorro conjunta en el HSBC para que ella pueda administrar mejor los dineros que gana. La persuadí de que mejor era no operar con ese banco, tan cuestionado durante la crisis de 2001. Como era un bello mediodía de otoño, la llevé a comer al restaurante del edificio Comega, donde disfrutamos de una de esas vistas incomparables que tiene Buenos Aires: el río brillaba con esos plateados que justifican su nombre; la Reserva Ecológica, al fondo, parecía un paisaje rural de cualquier parte y hasta pudimos ver bandadas de patos en la laguna lindera con la Costanera Sur. MI hija me contó que en su trabajo tiene fama de "secota". Los dos convinimos en que la caracterización es a medias verdadera: "mala onda" habría resultado mejor. No quisiera estar en la piel de quienes la contrataron (sobre todo una vez que haya cumplido con los tres meses de prueba). De todos modos, debe ser una empleada eficientísima (que es lo que importa). Cometí el error de pedir una copa de vino tinto, y ahora todos los suelos de la casa parecen haberse inclinado en la misma dirección: la cama.

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