Ayer, para completar una jornada que había empezado con los dislates que decían los cronistas de los noticieros a propósito de un choque de trenes y que fue empeorando con el curso de las horas, volví a casa en un taxi "de ésos". Aunque casi siempre las historias protagonizadas por taxistas son más o menos parecidas, me atreveré a contar ésta a riesgo de aburrir a mis lectores. El auto, que detuve en Santa Fe y Montevideo, debía conducirme rectamente hasta mi casa y así fue, salvo por los extraños desvíos de la conversación. El conductor se llamaba (se llama) Juan Carlos García Escobosa y apenas me hube sentado en el asiento trasero me preguntó: "¿Tiene hijos?". "Sí", le contesté. "Entonces", me dijo, "le voy a dar esto. Me dedico a hacer acrósticos y con ellos torturo a mis pasajeros". Y me dio tres papelitos en los cuales constaba su nombre, sus teléfonos, y una dirección de correo electrónico debajo de un encabezado que decía "Noti-Taxi Lic. 35358 Patente CRQ 653" (supongo que serán los datos del auto). De uno de los papelitos (fotocopias) no diré nada salvo que era viejo porque se refería a la navidad. Pensé que el otro era más viejo aún porque comenzaba diciendo "Hoy se festeja el día del padre" (cosa que entre nosotros sucede el tercer domingo de junio), pero no, porque la segunda línea decía "Es todos los días". Luego continuaba un texto básicamente confuso, y al final, efectivamente, había un acróstico:
P resencia
A tención
D iscusión
R espuesta
E quilibrio
"De todo esto", dije como para mí mismo, sin percatarme de que el conductor estaba a la pesca de cualquier cosa que dijera, "lo que más me falta es equilibrio". "¿Ah sí?" (una vez que hube mordido el anzuelo, el hombre no tenía más que tirar de la línea). "Sí", contesté seco, porque no iba a ponerme a explicarle al taxista, luego de haberme confesado padre, mis problemas en la peluquería. Y para cambiar de tema me concentré en la tercera fotocopia que decía: "Para enojarte, hay que movilizar 70 músculos. Para sonreír solamente 16. ¡¡¡Aunque sea por economía, sonría!!!". Y ahí me volví malo. "Nunca lo había pensado de ese modo", dije. "Pero fíjese que, en todo caso, una cara saludable y bien tonificada se conseguirá antes moviendo 70 músculos que 16, de modo que mejor es andar enojado por la vida" (pensaba, sobre todo, en mi mamá, que parece mucho más jóven que sus 70 años y eso porque vive en estado de confrontación con el mundo).
¡Para qué! El taxista entró en un delirio dogmático en favor de la alegría y la felicidad que casi le impedía conducir. Ninguno de mis balbuceos sirvió para detener el monólogo, que duró hasta mi esquina. Me bajé apresuradamente, deseándole suerte. Pero sigo pensando que mejor es mantener la cara en forma. Nada de andar sonriendo por la vida.
Las tres gracias
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Hace 2 semanas.
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