Si me pagás, me río
Por Luciana Castronuovo Parece que la televisión argentina ha decidido cambiar de rumbo y adoptar para sus futuras realizaciones el formato sitcom, característico de la televisión norteamericana y uno de cuyas características más salientes es que los actores deben ajustarse a lo que marca el guión, sin las improvisaciones o "morcilleos" que fueron el sello de los capocómicos de la televisión argentina de todos los tiempos (Alberto Olmedo, paradigmáticamente).
Varias causas posibles para este giro copernicano: una respuesta a la falta de ideas de la teleivisión argentina (constumbrista hasta la náusea); el cálculo de repetir un producto ya probado; evitar costos adicionales (uso de exteriores, etc.).
Aún cuando las sitcoms locales cumplan prolijamente con la etiqueta "copia-de-producto-importado", se encuentran a distancias abismales de los originales norteamericanos.
Las situaciones cómicas de Casados con hijos o ¿Quién es el jefe? (antes, de La niñera) resultan más bien extrañas, sobre todo porque el espectador no puede sino compararlas con los originales, todo el tiempo: si la risa supone el abandono de uno mismo al humor de otro, la misma tendencia al análisis del guión viene a bloquear la posibilidad de distensión sin la cual la comedia fracasa.
En cuanto a las actuaciones, el lucimiento de los actores es dispar. La peruana Giannella Neyra sale airosa de su rol de mujer independiente que contrata un hombre como empleado para hacer las tareas del hogar y cuidar a su hijo (en ¿Quién es el jefe?). A diferencia de su partenaire, Nicolás Vázquez (quien hasta el momento lo único que se ha logrado es mostrar los resultados de su última temporada en el gimnasio), ella parece haber encontrado la manera de dotar al personaje de naturalidad, a la vez que explota su capacidad histriónica a fines de dar simpatía a diálogos que por si solos no lograrían su cometido. Vázquez aún se halla al parecer incómodo en este nuevo formato y no encuentra el timing adecuado para su actuación.
La otra sitcom, Casados con Hijos copia a una serie que en su versión original mostraba la cotidianeidad de una familia disfuncional y más cerca de la imagen del infierno que de cualquier otra. La versión local se aleja de ese modelo en el cual predominaban el sarcasmo, el patetismo y la crudeza, para mostrar una familia en la cual el sentimiento de perdedores ante la vida está sostenido antes en la condición "argentina" que en la dinámica familiar. Precisamente el apellido de la familia, Argento, muestra los rumbos de la adaptación.
Guillermo Francella, en el papel de Pepe, desarrolla un personaje que le permite realizar su estereotipo de hombre de clase media de barrio, fórmula ya probada con eficacia en múltiples ocasiones. Esta vez, sin embargo se ve obligado a dejar de lado cualquier tipo de improvisación o guiño a la cámara para ceñirse a un libreto, restándoles así un importante atractivo a su ya visto personaje. Florencia Peña y su batería de mohines no logran imprimir en su Moni el mismo carisma que había logrado en La niñera, aún cuando vuelva a demostrar su experiencia en este tipo de formato.
Más allá de las diferencias, ambas sitcoms comparten las adaptaciones penosas (no siempre la realidad norteamericana se deja traducir a la realidad argentina, como se comprenderá) y la falta de agilidad: llegar hasta el final de la emisión es para el espectador una tarea tediosa. El carácter totalmente predecible de los guiones atentan contra la comicidad, en la medida en que el espectador queda atrapado en un juego de originales y malas copias.
Prolijas pero poco audaces, las sitcoms locales sólo hacen reir a los reidores que estallan en carcajadas detrás de cámara cuando el guión así lo indica. Claro que a ellos les pagan por hacerlo.
Buenos Aires (Seminario de Medios y crítica cultural), 16 de mayo de 2005
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