A Sarmiento le robaron todo. Primero
fue la fecha de conmemoración de su muerte, el 11 de septiembre, que
en el sistema educativo argentino se conoce como Día del Maestro.
Desde 2001, la fecha se asocia con los atentados al World Trade
Center y al Pentágono. Ahora, más de diez años después, el nombre
de Sarmiento vuelve a enlutarse con un accidente ferroviario cuyo
saldo (más de cincuenta muertos y más de setecientos heridos)
estremece los corazones más endurecidos.
Se dirá que frente a la magnitud de
las tragedias sucedidas la invocación del prócer argentino es poca
cosa. Pero a Sarmiento, por la vía del revisionismo conceptual, se
le ha robado lo más importante: la capacidad para imaginar un país
moderno, educado, equitativo.
En ese auténtico “modelo” (que
podrá impugnarse en todo o en parte, porque no es una fantasía de
discurso carnavalesco, sino un programa puesto por escrito), las vías
de comunicación ocupan un lugar privilegiado. Lo sabía hasta el
general Juan Domingo Perón, cuando le dijo a Rodolfo Walsh que los
imperios se derrumbaban cuando carecían de vías de comunicación.
“Líneas de abastecimiento. Lo sabe un cadete”. A Perón no le
quedó más remedio que nacionalizar los ferrocarriles cuando,
después de la guerra, Inglaterra ya no podía administrarlos. La
barbarie riojana (el Chacho, Menem) terminó con la lenta destrucción
de uno de los bienes más nobles de Argentina.
Hoy sería inútil reclamarle a un
gobierno económicamente quebrado que invirtiera en trenes. Igual de
peregrino que esperar un gesto de reparación ética por parte de un
gobierno agobiado por la corrupción interna (si es verdad, como
denunció el diario Página/12, que las autoridades
competentes venían haciendo la vista gorda ante las innumerables denuncias).
Pero cincuenta vidas hechas pedazos en
una mañana de carnestolendas obligan al menos a un ejercicio
intelectual: ¿qué lugar ocupan en el cotillón del “modelo” los
medios de transporte? Y, todavía más, ¿qué modos de imbricación
se suponen entre poder político y vida?
3 comentarios:
Esto es ridículo.
Yo, como muchas personas, pasamos al lado de chicos tirados en el suelo del subte o las estaciones, todos o casi todos los días.
Ellos son los culpables directos pero nosotros somos los que permitimos esto. Los que saltamos molinetes, los que cobramos parte en negro, los que buscamos quien nos acelere un trámite, los que sólo nos juntamos con cacerolas cuando no podemos abrazar a nuestros dólares.
Hay diez políticos que bancan los prostíbulos y cientos de tipos que se cogen a Marita Verón.
Somos nosotros primero.
Parémosolos para que no roben.
Estoy de acuerdo en casi todo, salvo en dos cosas: 1) el gobierno no está económicamente quebrado, y mucho menos como para realizar una reforma estructural del sistema de transportes (especialmente si a la larga la reconstrucción del sistema ferroviario ayuda a la baja de precios en los sectores que hacen uso intensivo de transporte); 2) llamar autoridades "competentes" a autoridades que permiten que semejantes cosas sucedan, ¿no es un exceso de buena fe?
Creo que está claro que de competentes no tienen nada.
Es lo que tiene el colaboracionismo económico (intereses), sus conformandos se indignan cuando la violencia genética los veja -explícitamente-, hasta tanto bancan la especialización de expertos en el desastre en gestación que no se puede sino advertir.
Primera mención: cuando se vino abajo el edificio de Mitre no pidieron (los "apolíticos") cabezas al ingeniero procesista procesado con el mismo convencimiento que se exige a la doctora para txdxs.
¿Quiénes los hace posibles y por qué?
Un alivio: Morrisey también nos apoya en la causa isleña.
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