por Leo Cherri para El taco en la brea
Esaes la vuelta de Suturas, su “Replay”, una apuesta al presente vía el ritornello y las marcas que como estratos o palimpsestos se superponen, a veces invisiblemente, en los cuerpos, en las imágenes y en los nombres. En ese diagrama (concepto moderno), la filología (cosa rancia, categoría de un más que pasado) no es una pregunta ni metodológica ni historiográfica sino ontológica, correlativa a la pregunta por el Tiempo y la Historia. Se trata de una filología al mismo tiempo musical, visual y táctil, una filología diferencial e infraleve, tartamuda y retardada, adecuada “a las formas de vida del día después de mañana” (47). Y como “es, pues, un enamorado el que habla y dice” (Barthes 23), este modo de leer implica una “efectación al Tiempo y a los tiempos: una lectura ni cercana, ni lejana sino ‘en cámara lenta’” ya que no hay “separación posible entre lo que está escrito y lo que vive” (125). Y lo que vive todavía, promete Link, aparecerá en ese ralentamiento. Nada menos. Clases no puede considerarse ningún princeps (2° pieza), y Fantasmas es a la vez un retardo y un avance (1° y 3° pieza), Suturas no puede ser sino un punto cero (0° pieza): el umbral definitivo (“Tornada”), lo neutro, el vacío y la multiplicación, simultáneamente. Por eso, Link vuelve nuevamente a todo: al pop vía Borges; a las chispas de la filología y el comparatismo americano de Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes y Ricardo Rojas (esos tres negritos que comprendieron la potencia de las formas y de la vida); al camp y a la voz del cielo que resuena en Manuel Puig (que rescribe el siglo XX y, por eso, es uno de los escritores más sofisticados de todos los tiempos); a la filología como manipulación genética a través de Eduardo Kac; a la relación autóctona entre naturaleza y arte de la poesía en García Lorca, Rilke y Juanele; a lo queer de Lewis Carrol y a lo infinito de Cesar Aira; al snobismo en Kojève y Barthes; a Youtube, el neolítico superior; a la teología (negativa, crítica) de Alejandra Pizarnick, de Jean Genet y de León Ferrari; a Giorgio Agamben, que a través de Pasolini y Lorca aparece como poeta; a los juicios de Flaubert y Baudelaire; al nombre “profesor” vía Enrique Pezzoni y al nombre “escritor” vía Quique Fogwill; a las sutilezas de su maestra, Anita Barrenechea; a figuras ineludibles, David Viñas y Beatriz Sarlo; al cine en la era de la reproducción digital (Guy Debord, Jean Luc Godard), al cine después de mañana (Lars Von Trier, M. Night Shyamalan, Albertina Carri), a un pensamiento sobre los nombres en Rafael Spregelburd; a una ética sobre la materialidad textual en el teatro de Alejandro Casona (pues se opera “sobre carne viva” hay que ser “fiel a tu Dick”); La primavera, ambigua, de Botticceli. Y sigue: Lucrecio, el Hombre de Cro-Magnon, los museos y las bienales, Herzog, La celestina, Copi, Rayuela, Sontang, Martianus Capella, Bellatin, Obama, Nietzsche, los zombies, el facismo: la lista agobia.
Veo el listado que hice a falta de mejores ideas de escritura y noto lo melancólico que hay en volver nuevamente a todo. En efecto, como hay vida todavía, también hay partes de nosotros que se vuelven “humo negro”: puertas (en-tornadas) que se cierran. Pero como no podría ser otro modo, la alegre melancolía de Suturas, un tanto queer, no está bajo el signo de Saturno sino sobre el regazo de Dionisos: ¡dios de mil nombres! (el coro es de Ureña).
Otra vez Daniel Link nos ha llenado de joyitas iridiscentes que ha sacado del barro que a veces con horror llamamos presente, a veces sentido común, y a veces, incluso, polémica. Sin ánimos de polemizar pero sí de discutir y de debatir, estamos frente a un libro (la sistematización tartamuda y retardada del pensamiento de uno de los teóricos fundamentales de América Latina) que replantea una situación concreta de los lenguajes, de la literatura y de las otras artes en relación con lo viviente que, repito, hoy por hoy se encuentra en un estado crítico. No hay allí ningún deseo de novedad o de transformación alguna: acá, independientemente de cada deseo, estamos viviendo todavía. Miope sería no entender esta situación. Y peor aún, diría, no escuchar este llamado: “espero que todo esto conduzca a una ética y funde una comunidad (la de aquellos que no tienen ni tendrán comunidad)” (659).
Cherri,
Carlos Leonel. “Sobre
Suturas:
imágenes, escritura, vida, de
Daniel Link”,
El taco
en la brea,
3: 3 (Santa Fe: mayo 2016), págs. 180-189.
(Gracias, Leo)
2 comentarios:
Delirios de cherri en tanga en linkillo! Oh, sí, la vida me da cada día más, wachín...
Delirios de Cherri en tanga en linkillo, oh, sí, wachín.. la vida me da cada día más!!
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