En la UBA trabajamos desde hace años
con la hipótesis de la amnesia: en literatura, en cultura, en
política, se actúa como si el Siglo XX no hubiera tenido lugar. Esa
amnesia no es inocente e implica una serie de decisiones cuya validez
puede discutirse.
Lo hemos visto en estos días de
gobierno higiénico. Es como si los higienistas del siglo XIX
hubieran tomado el poder pero, sobre todo, el dominio del Bien, como
si la alianza siniestra y escandalosa entre Medicina y Estado que
supusieron los Campos de Concentración no hubiera tenido lugar.
Sea: el gobierno tomó una decisión
política y la respetamos aunque en otras latitudes la cuarentena no
haya funcionado con el mismo grado de autoritarismo (precisamente en
donde fueron conscientes del peligro del Estado de excepción
dilatado en el tiempo: Alemania).
Ahora bien: ¿cómo se sale de la
encerrona política en la que nos metieron los higienistas
decimonónicos para quienes la salud depende de una sola variable?
Para ellos la mejor solución sería no salir nunca más
(preferentemente del baño, donde nos lavaremos las manos
indefinidamente cantando “Feliz cumpleaños”).
Yo creo que el Sr. Alberto Fernández
tiene la oportunidad histórica de salir por todo lo alto. Así como
hizo frente con Costa Rica para pedir créditos del FMI a tasas cero,
debería proponer un plan regional para siempre: ingreso ciudadano
básico (independiente de las horas de trabajo), modificación
radical del sistema impositivo, conectividad y transporte público
gratis para todos y todas, inversión sostenida en el tiempo en salud
y educación, federalización y plena vigencia de los tres poderes
con control ciudadano, subordinación de los procesos de acumulación
de capital a las necesidades de uso (frugalidad) y total control
ambiental de los procesos productivos.
Alberto Fernández puede convertirse en
el líder continental que proponga al mundo un nuevo modelo
civilizatorio.
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