A diferencia de muchos colegas que
tildan siempre el “NS / NC” para eludir un compromiso profundo
con el presente, yo abrazo todas las causas, especialmente las más
excéntricas, y no me importa mucho si quienes convocan a marchar
entienden de qué están hablando porque el movimiento, en última
instancia, se demuestra andando. Tomemos las calles todos los sábados
contra el comunismo (ese experimento caduco de superación del
capitalismo que ls estudiants estudian en las clases de historia). A
lo mejor el marchar nos permite pensar algo sobre lo común que no
sea la mera repetición de recetas. Rasgémonos las vestiduras en
favor de la propiedad privada (inclusive la propiedad de lo viviente:
“con mis hijos no te metas”).
Sugiero aquí otras convocatorias
igualmente urgentes, para movilizar a lo más granado de
Chetoslovaquia: “No al sistema métrico decimal” (sabemos desde
1890 gracias al nordestino Padre Ibiapina que es obra del
Anticristo). “Basta de libertad de vientres” (poner en una misma
oración “libertad” y “vientre” es una apelación al relajo
sanitario y sexual, me imagino odaliscas perturbadas corrompiendo a
la Infancia). “Prohibamos la veneración de imágenes religiosas
(¡Aguante Bizancio!)”, la urgentísima “Estamos contra todas las
leyes, empezando por la ley de gravedad”, convocada por el mismo
colectivo de “¡Copérnico miente! ¡Viva el geocentrismo!” y,
sobre todo: “Basta de discriminación: todos somos chetos”. Hay
libros, pero ya los haremos quemar: sus complejidades distraen.
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