Sólo una vez me prohibí a mi mismo una palabra: “posmodernidad”,
y pedí que se la callara en mi presencia (mientras la Sra. Moria
Casan la usara, yo no podía dotarla de sentido). Con lo “poshumano”
siempre tuve una relación más amable (la “poshistoria”, aunque
no me atraiga como concepto, permite desarrollar argumentos preciosos
y burlarse de Hegel, una de mis pasiones filosóficas). Pero no
acepté tan graciosamente la “posdictadura” que quisieron
imponernos unos sociólogos alemanes. La “posautonomía” literaria, que no tiene más de cinco años,
bien pronto nos autorizó a todo: a la “posliteratura” lisa y
llana (que es la que yo practico), a la “posfilología” (que
algunos llaman “arquifilología” y en relación con la cual ya
hay una convocatoria para formar una “Asociación
de Humanidades Digitales”, capítulo local de la Alliance of
Digital Humanities Organizations, ADHO) y al “posperiodismo”,
cuyos rasgos todavía no han sido establecidos. En fin: mientras se pueda pos-poner alguna cosa, la continuidad
parece asegurada, aunque el prefijo pos- esté empapado de
melancolía. Declararse “posmarxista” significa seguir amando lo
imposible. Y lo “poshumano” nos obliga a buscar (ya sea en la
cortesía japonesa o en las conexiones cada vez más raras con las
máquinas) una cierta continuidad de la humanidad, cuyos tesoros nos
parecen no del todo olvidables. ¿Hubo “posalfonsinismo” en la política argentina? ¿Y
“posmenemismo”? ¿Es el kirchnerismo el nombre de esas dos
posteridadas, mezcladas hasta la emulsión durante los pactos de los
Olivos? No lo sé, pero me parece que denominar al final de un ciclo con
el prefijo pos- expresa, al mismo tiempo que una impaciencia por lo
que no nace todavía, un afecto melancólico hacia lo que con tanta
algabarabía nos entretuvo, una mirada amorosa hacia lo que no
estamos dispuestos a olvidar del todo, una desconfianza radical hacia
lo que podría ser (¿por qué no? ¿por qué no?) el advenimiento de
otra cosa que no sea necesariamente “pos”. ¿Habrá “poskirchnerismo? ¿Será que el peronismo de derecha
tolerará el recuerdo de lo que fue su máscara durante más de diez
años? ¿Cuáles reconoceremos como hitos fundacionales del
“poskirchnerismo” (sabiendo al mismo tiempo que esos hitos son
convencionales, como la situación del obelisco respecto de la
fundación histórica de Buenos Aires)? Si hay que creerle a los medios (“cosa que, por lo general,
conviene evitar cuanto se pueda”, reza el decálogo secreto del
“posperiodista”), el “poskirchnerismo” habría comenzado con
una fuga de talentos, un adelgazamiento de las filas de esa fracción
político-imaginaria que se imaginó tranversal y enemiga de las
identidades de hierro, salvo la de sus enemigos. Es la época que
aprobó la ley de la “autopercepción” de género, que supone una
política totalmente “posidentitaria” -me cuesta decir
“posperonista”). O también con la pérdida de poder de los
sectores más radicales de la fracción.
Para mí es más fácil: hoy, cuando leí los títulos de las
investigaciones de dos estudiantes de maestría, “Los discursos
sobre las Malvinas de los gobiernos K y su repercusión en los
medios” y “Néstor Kirchner: consolidación de su imagen en el
marco de la Defensa Nacional”, sentí un estremecimiento, porque un
proceso que hasta ahora considerábamos como una manifestación de lo
totalmente vivo, de pronto adquiría la distancia empolvada de unos
diarios que uno va a buscar en un archivo, o de unas palabras que nos
obligan a un ejercicio “posfilológico” por temor al olvido (al
silencio, a la nada). No se me ocurrió pensar en “poskirchnerismo”,
sino en un barco que se aleja lentamente de la costa.
Pero a lo mejor lo pos- no sea sino precisamente la dificultad
para explicar con palabras de este mundo que un barco partió de
nosotros, llevándonos. Lo que Fizgerald llamaba el crack-up:
el plato cuarteado que ya no se pone a la mesa. O, quien sabe, algo
como el “posporno”, que no puede calentar a nadie.
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ARTISTAS PROFESIONALES Y ARTISTAS TRABAJADORES.
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*Estabilizaciones y burocratizaciones varias.*
*El arte es más destrucción de sentido que construcción de sentido.*
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Según uno de los contadores de visitas que instalé en el blog, mucho más nuevo que el de shinystat, hemos sobrepasado, gracias a la fidelidad de los lectores, hoy viernes santo, 1001242 visitas. Como no recuerdo cuándo lo instale (aparentemente hacia junio de 2011, disconforme con el conteo del anterior) la cifra no sirve para demasiado. El de shinystat lo instalé el 23/12/04 y ya está por alcanzar los 3.000.000 de visitas. Nada, comparado con las cifras que en las TMA (Tecnologías del Mal Absoluto: facebook y twitter) se manejan. Pero acá somos buenos sin claudicación.
Gracias a los 535 participantes suscriptos a este sitio y a los 220 que me tienen en sus círculos.
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