Por Daniel Link para Soy
Hay sociedades en las que no podríamos
vivir, porque son el anticipo de lo que serán todas las sociedades.
Estados Unidos es admirable en ese punto porque, como el espejo de la
madrastra de Blancanieves, dice quién vendrá a matarnos y en qué
momento preciso.
En 1993 se publicó la edición
norteamericana de La pasión de Michel Foucault, escrita
por James Miller quien, hacia el final de su investigación, revela
el impulso que lo llevó a perseguir los pormenores de una vida poco
corriente: “Una tarde de primavera de 1987 un viejo amigo (…) me
contó un chisme chocante: Michel Foucault, a sabiendas, en 1983, que
iba a morir de Sida, fue a los baños gay de Estados Unidos e
intentó, deliberadamente, contagiar a otras personas con la
enfermedad”. Esa “historia terrible” o “plan macabro” no
termina de cuajar en la cabeza del biógrafo, que se resiste a creer
que “Foucault hubiera pasado por allí (como lo describía el
rumor) (…) tratando de asesinar a personas inocentes”. Más bien,
piensa el biógrafo, “Foucault y esos hombres habrían estado
apostando la vida juntos”.
Veinte
años después, los titubeos ya no son consentidos y la apuesta
conjunta o la “experiencia límite” es borrada de un plumazo,
pese a que la pandemia, gracias a los tratamientos antirretrovirales,
ya no es letal. Lo que queda es el vocabulario de la infamia:
“terrible”, “macabro”, “asesino”: otro Miguel, con una
espada flamígera de diferente alcance teórico, pero igualmente
eficaz políticamente fue detenido en octubre pasado acusado de los
mismos “delitos” que alguien supuso en su ilustre antecesor. "No
es sólo una cuestión de seguridad personal, sino de seguridad
pública", declarón el fiscal Tim Lohmar, a cargo del caso “El
pueblo vs. Johnson”, mientras convocaba públicamente a todos
aquellos que tuvieron contacto sexual con el ex-atleta negro para que
suscribieran su propia denuncia. Michael Johnson (que no violó a nadie)
podría ser condenado a cadena perpetua si es declarado culpable.
El arcángel Miguel es el Jefe de los
Ejércitos de Dios en las religiones judía, islámica y cristiana
(incluyendo a las iglesias católica de Roma, ortodoxa, copta y
anglicana).
¿Quién puede dudar de que estamos en
el medio de una guerra biopolítica en el seno mismo de las
sociedades de control (que, sin embargo, no se atreven a
desembarazarse del control disciplinario: la cárcel)?
Como sabemos, el acotado universo de
las sexualidades disidentes ha sido siempre el campo de
experimentación propicia para todas las fantasías de exterminio.
Comenzamos ahora criminalizando al portador de HIV y bien pronto los
niños que tienen liendres serán confinados en salas especiales.
4 comentarios:
Tenés razón. Los otros debieron cuidarse por sí mismos.
Ahora, ¿Qué sentirías si te hubiera pasado?
Los piojos y el sida no son comparables. Es un argumento poco feliz.
Luego de sentirse un poco idiota, uno debe siempre ir por más.
Es lo que pensé. No se trataba de biopolítica sino de gustos personales.
El pibe claramente es sujeto de imputación moral para mí; pero el hecho de que sea legal, es complicadísimo. De hecho se lo juzga por contagiar, y el efecto disciplinador es sobre el hecho de tener un virus y no actuar como un enfermo. Es decir, se lo penaliza por no actuar de acuerdo al protocolo del infectado. Será un irresponsable (y se puede reflexionar mucho sobre la ética del cuidado de sí y de los otros, de los otros como de sí: es interesante, es necesario), ¿pero de ahí a ser un asesino? No, no no. Hay un hilo con la obsesión de perseguir a los fumadores de tabaco en todo esto...liberalismo nominal. No se la bancan como sí se bancan el liberalismo en Berlín.
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