La canalla vil no estaba en la Alcaldía. Quién sabe dónde estaban las ratas, complotando. Quién sabe en qué canaleta de televisión o en qué suite de hotel, tratando de sacar las papas del fuego. ¿Es que no se dieron cuenta de que, con los 180 chicos muertos, ellos tambien murieron? Nosotros morimos un poco, y para no morir del todo es que fuimos a llorar y a gritar a la calle. Y le gritamos a los muertos: Ibarra, hay cadáveres. Ibarra, hay cadáveres. En cada una de tus moléculas también hay cadáveres. Y vos, Ibarra, estás muerto (no te salva ni el cinismo ni el aventurerismo político): ¿o es que te parece que alguien, alguna vez, va a volver a votarte? ¿Por qué no renunciaste el fin de semana pasado? ¿Necesitabas comprobar cuánta gente te pedía que te fueras? ¿No te alcanza con tener bajo tu nombre una espantosa nómina de huesos? ¿Necesitás más que esa nómina para decir, sencillamente: "Reconozco mi responsabilidad, renuncio, me pongo a disposición de la justicia"? ¿O tenés, primero, que enjuagar expedientes, liquidar cuentitas, elegir nombrecitos para las listas que se están armando en los tugurios de la política barrial?
¿El silencio de Kirchner no te alcanza? ¿No quiere decir, ese silencio, que te dejaron solo? ¿De quién esperás ayuda o comprensión? ¿De tu infame consejo deliberante? ¿De la policía? ¿De las cámaras de bailantas y discotecas? ¿De los agentes de prensa a los que se les paga para que nos digan cómo es lícito actuar? ¿Son esos los lugares donde esperás salvarte del juicio de la historia? ¿Son esos barones del engaño los que te inyectarían sangre, a vos: un muerto vivo, un zombie? ¿No te alcanzó el banquete sangriento en el que te revolcaste?
Los chicos muertos debieron ser enterrados con honores, como héroes. Después de todo, muchos de ellos te salvaron por lástima cuando parecía, hace poco, que Macri te ganaba porque no había manera de demostrar que no eras un incompetente, el charming prince más bobo de la política local. Ganaste de lástima (porque la gente te votó con asco). Sabías que les debías todo a la buena voluntad de la ciudadanía y no a tus méritos, que nunca pudiste demostrar. Ahora, los que te tuvieron lástima piden tu cabeza. ¡Para qué, si ni de florero sirve! Piden que te vayas. Que te vayas no para salvar tu dignidad (la poca que te quedaba, la perdiste el fin de semana pasado, ofreciendo "talleres" para víctimas y sobrevivientes) sino para que nos ahorres la náusea y la furia de tener que verte por televisión haciendo malabares para justificar lo injustificable.
No hace mucho hiciste campaña personal en favor de los cinturones de seguridad mientras se cocinaba a fuego lento el humo venenoso que iba a acabar con la vida de 180 ochenta personas, nuestro deseo de alegría y, también, con tu futuro. ¿Valió la pena semejante compromiso con las cámaras de fabricantes de cinturones de seguridad?
Ibarra, te dejaron solito. Con tu cinturón se seguridad. Para que vueles. Hoy te lo dijimos. El jueves vamos a ser todavía más. Volá, Ibarra. Y llevate con vos a la canalla vil. No insultes la memoria de los muertos.
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