Por Daniel Link para Perfil
Pensaba debatir con Rafael Spregelburd
sus últimas consideraciones sobre el cilantro y el gusto a culo,
pero una cosa lleva a la otra y según mi calendario personal esta
semana me toca referirme a las políticas municipales o provinciales
o, en su defecto, a algún aspecto de lo que sucede en el vasto y
ajeno mundo.
Para lo segundo, podría referirme al
inminente comienzo de la obra del Canal de Nicaragua, que ya se ha
convertido en uno de los casos de corrupción más sonados de laregión.
Pero me da pereza, así que elijo
dirigirme al Sr. Scioli, quien estuvo el fin de semana pasado
almorzando (o comiendo, no lo recuerdo, porque mi mamá graba los
programas y los ve a cualquier hora) con la Sra. Legrand, haciendo
campaña para su precandidatura presidencial. Presentaba, parece
(porque no me quedé mirando el tape maternal), un libro de
fotografías.
Se me ocurrió que podríamos mandarle
al Sr. Scioli las fotos del pantano en que se ha convertido nuestro
barrio suburbano después de las penúltimas lluvias, a ver si
logramos conmoverlo y conseguimos el asfalto. O mejor todavía, el
agua corriente, porque el agua de pozo con la que nos abastecemos
está contaminada (cosa que hemos notado por los violentos cólicos y
los episodios de colitis que sufrimos cada fin de semana que nos
instalamos en nuestra casita del conurbano) y, aunque no la bebamos
desde 2009, cuando hubo denuncias por exceso de arsénico en las napas, la usamos para lavar las verduras de las ensaladas o para
hacer el café de la mañana. Al rato de la ingesta ya se nos va la
vida, y no siempre recordamos que debemos tomar las precauciones a
las que vivir en condiciones sanitarias deficientes nos obligan.
Como el Sr. Scioli se declaró atento a
las necesidades de los bonaerenses, confío en su sensibilidad para
que nos ponga agua corriente. Los niños vecinos, que no toman agua
mineral por razones económicas, la deben pasar peor que nosotros.
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