Por Daniel Link para Perfil
Ha cometido el peor de los pecados que
un hombre puede cometer: miró Periodismo para todos. Atónito,
vio que un hombre de su edad sometía a una violencia verbal
inusitada a un joven preso, llamado Jones Huala. Lo que pretendía
ser una entrevista era un hostigamiento sistemático (“no me
jodas”, “¿las computadoras las fabrican ustedes?”) y de un
autoritarismo inaudito (“tu posición sobre la tierra es
aristocrática”, “vas a ver que estás de acuerdo con el ISIS”)
que llegó a la injuria: “indios”.
“Puto”, le habría dicho el
entrevistador a García Lorca, antes de devolverlo a manos de sus
captores y fusiladores. Imagina: “vayan a trabajar, indios, negros,
putos”. “Lo que tengo me lo gané”, “acá no hubo genocidio”.
Ese entrevistador, que no duda en
prepear al entrevistado, ha ganado algún premio llamado Martín
Fierro, el nombre de un perseguido, y también de un asesino, y no
recuerda que entonces lo rechazara porque Fierro, como Jones Huala y
tantos otros, se considerara previo al Estado, y pensara que éste es
una máquina de aniquilación (“porque
ya no hay salvación,/ y que usté quiera o no quiera,/ lo mandan a
la frontera/ o lo echan a un batallón).
Sí,
el Estado es una construcción histórica: no siempre estuvo y no
siempre estará (porque es posible imaginar otras formas para regular
la convivencia entre lo que vive todavía). Pero él ha visto a las
mejores mentes de su generación ahogarse en el rencor de la derrota.
Si
un periodista sólo contesta “uhmm” cuando el entrevistado le
dice que a sus 15 años aprendió a defenderse de las fuerzas
parapoliciales enviadas por la sociedad rural del lugar y elije
seguir un rumbo diferente, la entrevista no está funcionando del
todo bien y el premio Martín Fierro deja de ser emblema de la
calidad periodística para ser, apenas, el fetiche de una fuerza
simbólica que jamás habría que utilizar contra el que está en
inferioridad de condiciones.
1 comentario:
hermoso canto
da rabia la "entrevista" esa
todos somos jones huala
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