domingo, 25 de enero de 2009

Y el mundo será Lost

Es comprensible que Lost haya "perdido" en los Estados Unidos la batalla del raiting en manos de Lie to Me. Después de todo, se trata una confrontación de dos modelos de psicología diferentes y sabemos qué poco afectos son los americanos a la teoría del fantasma, a la que Lost sigue con rigor freudiano. Lie to Me, por el contrario, no sólo sostiene la integridad total de la conciencia sino que postula que ésta es absolutamente observable a través de los micromovimientos faciales. En fin, cosas de gringos.
De todos modos
Lost está más allá de las mediciones de audiencias porque, como se sabe, el régimen de visibilidad (el nuevo régimen de visibilidad) que la serie instauró trasciende, por un lado, la audiencia "nacional" y, por el otro, prescinde de los ritmos impuestos por las cadenas televisivas: como en Buenos Aires, Londres y Moscú, es probable que, también en los Estados Unidos las personas decidan ver Lost en reuniones que no tienen por qué coincidir con los horarios oficiales de emisión de los capítulos.
De otro modo sería inexplicable la preferencia por esos seriales policíacos de cuarta categoría como Criminal Minds o (espanto de espantos) CSI: Nueva York, que era vieja incluso cuando empezó a emitirse y que hoy va pasando de canal de cable a canal de cable como si se tratara de un presente griego, además envenenado.
Por cierto, también es probable que Lost haya cansado a las audiencias menos cultivadas, integradas por porristas y jugadores de fútbol que nunca prestaron demasiada atención en las clases de ciencia y que no son capaces de reconocer un péndulo de Foucault a simple vista ni de imaginar su función en una trama pletórica de referencias culturales (más o menos gratuitas, es verdad, pero en esa gratuidad perversa reside parte del encanto de Lost: la cultura como potlatch).
La quinta temporada de Lost ha comenzado en un nivel de delirio diegético preocupante para sus fans, que ven con malos ojos cómo el sutil postulado de implicaciones narrativas se disuelve en una marea de enfrentamientos familiares. Dejemos por ahora el asunto (¿quién inventó la noción de "spoiler"?). Mejor será concentrarse en el registro enunciativo, que sigue siendo tan complejo (o tan embarullado, según se prefiera) como siempre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

dale con la moderacion!
y el hugo reyes ese?
tiene que quedar gordo mientras dure la serie?
Eso no le hace mal?
Cariños
a