A Olga le había tocado el papel de adúltera. Su marido recibía un anónimo que le revelaba su traición y provocaba la tragedia. Segundos antes de que la pérfida entrara a escena, el marido debía quemar la carta reveladora para que Olga pudiera decir, como primera línea: "¡Qué olor a papel quemado!", desencadenando los gritos y reproches del cornudo.
Pero ocurrió cierta vez, en una de esas representaciones en vivo, que el actor descubrió con horror que no tenía fósforos encima. Ostensiblemente, rompió lentamente el anónimo mirando a Olga, tras bastidores. Ella entendió la situación y le hizo señas de que se quedara tranquilo.
Entrando al escenario, dijo (con la misma seguridad de siempre):
"¡Qué olor a papel roto!"*
*¡Gracias, Edgardo!
(anterior)
6 comentarios:
geñal!!!!
Pocas producciones son más radiales que el radioteatro. Hace poco seguí capítulo a capítulo la versión de la BBC de Historia de dos Ciudades. Hipnotizante.
Condenados a un rol por cuestiones físicas.
Me quedo con esa reflexión.
genial genial genial
por partes iguales, la anécdota, y la forma en que linkiyo la cuentafingfi
¡Deliciosa!
Publicar un comentario