Por Daniel Link para Perfil
Acabo de terminar un análisis precioso
de los resultados de la elección presidencial en mi mesa electoral
que no voy a publicar porque me van a decir que soy golpista, jinete
del apocalipsis, traidor, o melancólico. Estuve horas analizando los números de mi mesa, y llegué a los siguientes resultados para el
ballotage (para mi mesa, no generalizo): 50,38 % para el ganador,
contra 43,02 % para el perdedor, con 6,6 % de votos en blanco.
Gracias a la digitalización de la
información, ahora cualquiera puede analizar los resultados de su
mesa (en la mía, la 449 del circuito 17, comuna 1, el corazón de
Constitución, votamos 258 almas) y proyectar algún resultado.
Lo que sí conviene decir es la madurez
política de los electores, que votaron aquello que les interesaba o
sobre lo que tenían noticia cierta. O sea: nada que ver con los
votos a ciegas o los votos por amor o los votos por odio. Los
electores de mi mesa votaron estratégicamente. Cortaron boleta
privilegiando algunas categorías sobre otras. Mezclaron las listas
de diputados de izquierda (FIT o Progresistas) con votos
presidenciales al bloque hegemónico (Macri o Scioli), dejaron en
blanco las oscurísimas categorías del Parlasur, hicieron historia.
Mientras tanto, los candidatos y sus
alucinados partidarios (que son incluso capaces de ver belleza allí
donde sólo hay cirugía estética y balbuceos subnormales) se
entregan a la imaginación apocalíptica, enumerando la cantidad de
males que sobrevendrán, gane uno u otro candidato, como si hoy
estuviéramos en el peor de los mundos y no en Roma, mientras Nerón
toca la lira. Yo les digo: gane quien gane vamos a tener que salir a
la calle a pelearla todos los días, qué duda cabe. La vida va a ser
un caos, pero a eso nos llevaron. La única diferencia va a ser si
puteamos a los de siempre o a algunos cosos nuevos. Veremos lo que
piensa mi mesa, la única referencia seria que me importa.
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