En la República Imaginaria de
Chetoslovaquia que habitamos seguimos con atención todo abuso de
poder. Sobre todo si se trata de un poder heteropatriarcal que, como
en Mendoza, establece normas arcaicas para determinar quién se reúne
con quién, qué días y hasta qué horas sin que ninguna de esas
limitaciones pueda inscribirse en alguna de las formas de democracia
que conocemos. Nuestros amigos de allende las fronteras enfrentan
idénticos abusos.
La República Imaginaria de
Chetoslovaquia limita al noreste con el río Paraná, un arroyuelo
cada vez más seco cuyo lecho barroso ha sido utilizado últimamente
(con gran imprudencia) para la práctica de motocross.
En la provincia de Corrientes, del otro
lado del río, nos dicen, su gobernador ha autorizado las salidas
recreativas de las personas. Por un lado están autorizadas a caminar
y trotar (pero no a correr), con reserva previa de turno y en días
que se corresponden con las terminaciones de sus documentos de
identidad. Aparentemente, las fuerzas del orden se instalarán con
radares en la Costanera para monitorear la velocidad del paso.
Los fines de semana, además, el Sr.
Gustavo Valdés autorizó las reuniones de hasta diez personas (las
que se cuentan con los dedos de las manos) con la restricción de que
los sábados esas reuniones se realizarán con “amigos” y los
domingos con familiares. Se aclara que “la Policía podrá
interrumpir los encuentros en los que no se respete el protocolo
sanitario”.
Nuestros corresponsales están tratando
de averigüar si los permisos son conmutables (domingos con amigos y
sábados con la familia) y cuál serían las penas si esas
conmutaciones sucedieran sin el aval del Estado. ¿Multas, cárcel,
apedreamiento en la plaza pública?
Un pequeño detalle: ¿el colectivo
“amigos” incluye a las mujeres (cis o trans) o no? Y si no se
tiene familia o no se tienen ganas de malgastar un domingo en
discusiones estériles, ¿pueden aplicarse esas horas sobrantes a la
prolongación de la reunión del día previo?
Lo más importante: la autorización de
reunión en grupos de 10 amigs, ¿implica la posibilidad de contacto
sexual (que en la milicia se llamaba “franco sanitario”) o no?
¿El sexo grupal está incluido dentro del permiso de reunión?
¿Hasta cuántos participantes?
Los medios correntinos a los que hemos
podido acceder nada dicen sobre estos delicados asuntos y tampoco han
protestado por la intervención brutal del Estado en la organización
del tiempo libre.
Los permisos de aquí y de allá vienen
de una ideología viejísima. Recuerdan ese programa dominical de
televisión, Los Campanelli, en el que la familia se reunía
alrededor de la mesa para comer ravioles y el muchachito de la casa
se sentaba tarde a la mesa porque la noche anterior había salido con
sus amigotes. No sólo nos retrotraen en el tiempo, también nos
puerilizan.
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