Yo había adelgazado, lo juro, para poder sacar del archivo de
Siglo XX mis mejores trapos, los más pedidos por los memoriosos. Había
alcanzado mi peso juvenil.
Después me entregué a la cocina casera y al
sedentarismo.
De modo que finalmente (y bajo amenaza doméstica), tuve
que donar el contenido de ese arcón de los recuerdos a la Casa del
Teatro.
De allí lo rescató la One. Lo que había nacido en una feria
americana, murió en otra. El top con flecos blancos, eso sí, me lo guardé.
Me escribe Daniel desde Roma
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Dieguito, querido, te mando esta rápida postal para agradecerte que me
hayas presionado para ir a ver *Alcina*, de Händel. Confiabas en la
dirección musi...
Hace 2 días.
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