Hugo von Hofmannsthal, en "La carta de Lord Chandos" (1902) ya había propuesto la idea de blog, la conciencia del blogero. Lástima que, después, se quedó sin lenguaje. ¿Nos pasará a nosotros, alguna vez, lo mismo?
"Vuelve a mi memoria ese proyecto. Había en su fondo no sé qué voluptuosidad a la vez sensual y espiritual. Así como el ciervo acosado trata de llegar al río para echarse al agua, ansiaba yo entrar en esos cuerpos desnudos y relucientes, en esas sirenas y dríades, en Narciso y Proteo, Perseo y Acteón: quería desaparecer en ellos y vaticinar por su boca. Quería? Quería muchas otras cosas aún. Pensaba reunir una colección de apophthegmata, igual que Julio César. Recordáis que Cicerón los menciona en una de sus epístolas. Propúseme reunir cuantos apuntes particularmente memorables lograse cosechar en el curso de mi trato con doctos varones e ingeniosas mujeres de nuestra época, o con gente notable del pueblo y de personas ilustres encontradas durante mis viajes; a todo ello deseaba enlazar bellas sentencias y reflexiones de las obras de los clásicos y los italianos, así como otras galas del espíritu descubiertas en libros, manuscritos y conversaciones; y en seguida el programa de fiestas y representaciones especialmente bellos, la descripción de crímenes raros y casos de delirio, de los monumentos más grandes y originales en los Países Bajos, Francia e Italia, y de otras muchas cosas similares. La obra en conjunto debía intitularse Nosce te ipsum.
Por decirlo en pocas palabras: concebía en aquel entonces todo lo que existe como una gran unidad: el mundo espiritual y el mundo físico no eran antitéticos, como tampoco lo eran la urbanidad y la brutalidad, arte y barbarie, soledad y sociedad; en todo vislumbraba la presencia de la naturaleza, en las aberraciones de la locura lo mismo que en los refinamientos extremos de un ceremonial español, en las torpezas de zagales como en las más suaves alegorías; y en la naturaleza todo sentía latir mi propio pulso; cuando en mi choza de caza bebía la leche espumante y tibia que una mujerona desgreñada hacía derramarse en el balde al ordeñar las ubres de una hermosa vaca de dulce mirada, sentía con ello lo mismo que cuando, al pie de la ventana de mi estudio, absorbía yo el dulce y espumante alimento que mi espíritu destilaba de un libro. Lo uno era como lo otro; no iba una cosa en zaga a la otra, ni por su naturaleza incorpórea, como de ensueño, ni por su impetuosidad terrenal. Y así recorría yo la vida entera, a diestra y siniestra; por doquier me encontraba en el centro sin advertir nunca nada que fuera mera apariencia. O bien presentía que todo era parábola, cada criatura una clave de las demás, y me sentía capaz de tomar esas llaves, una tras otra, por el asidero y abrir con ellas todos los sectores. Así se explica el título que pensaba dar a ese libro enciclopédico".
*Incluido en La carta de Lord Chandos y algunos poemas.
Epílogo, edición y traducción de Jaime García Terrés. México, FCE, 1990 (ISBN 968-16-3338-5)
(el texto completo, acá)
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Hace 16 horas.
1 comentario:
Excelente blog, intentaré seguirte. Andaba buscando el texto completo de la Carta, pero me temo que el link que das no funciona... O no me funciona a mí, por lo menos. ¿Podrías proporcionarme la dirección entera? Gracias
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