Por Daniel Link para Soy
Faltaba subrayarlo: Looking
muestra a típicas locas de clase media, con sus problemas de
interioridad y sus ansias de futuro. Pero también hay locas de otro
estilo. Es el caso de Chozen, una serie animada de media hora
que ha lanzado FX en los Estados Unidos, una comedia
irregular e irreverente en la que la homosexualidad tal vez sea sólo
una excusa para decir las guaranguerías que se atribuyen a las
clases bajas (“Your face is the
target, my dong is the gun”, “Tu
cara es el blanco, mi verga es el arma”).
Para algunos
críticos, es un show gay
para audiencias straight,
pero no estoy tan seguro del asunto (¿acaso hay un más allá del
heterosexismo para caracterizar a audiencias ya acostumbradas hasta a
que el papel higiénico suponga una organización familiar
heteronormativa?).
En todo caso: Chozen
es un rapero gigante a quien uno de sus compañeros de grupo le
tiende una trampa y lo hace arrestar por tráfico de drogas, posesión
de armas de guerra y trata de blancas. Chozen cumple condena por diez
años, donde aprende la dura sexualidad carcelaria que llevará por
el mundo como su sello distintivo. Salido de la cárcel, va a parar
al dormitorio universitario de su hermana, decidido a recuperar la
carrera de rapero que su némesis le robó. Participa de fiestas, se
droga con todo lo que sale (y en el campus hay realmente para
elegir), se garcha en cualquier parte cualquier culo (sobre todo, el
de un jugador de lacroze que constituye su contracara más evidente),
participa de las reuniones de la asociación LGTB del campus,
creyendo que allí se organizan orgías, sorprendiéndose cuando no
encuentra ahí “nadie cogible”, rapea (mal) en los bares de
micrófono abierto.
El horizonte de Chozen no es la corrección política (lo más evidente es su racismo desembozado), ni la protesta por el estado del mundo (el personaje principal es tan funcional a la sociedad que lo margina como una publicidad de hamburguesas), ni la curiosidad por cómo articular un género musical homofóbico y misógino (el rap) con una cierta amabilidad. La homosexualidad de Chozen es brutal, pero no porque eso convenga a una sociología determinada, sino porque es brutal el humor que la serie practica.
Chozen
acepta que las locas existen, que los trans existen (hay un gracioso
chongo trans, pero no diré más para no arruinar el chiste), pero no
piensa que deba tener una mirada amable para con ninguna especie (y
ésa es una ley del humor animado que la cadena FOX patrocina: Family
Guy) y deliberadamente se niega a
cualquier reflexión sobre el asunto, como si en el fondo dijera: “¿A
quién le importa?”.
Pedirle otra cosa a
una serie humorística animada tal vez sería un exceso. Pero como
Chozen
dice vivir con comodidad en el exceso, pongamos entre signos de
pregunta al menos uno de sus presupuestos sexistas: el protagonista
es simpático porque es 100 % activo. Lo que significa que la serie
pretende volver simpático el abominable sistema de sexualidad
carcelaria. O dicho de otro modo: que la cárcel es un pensamiento.
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