Por Daniel Link para Perfil
A mis quince años yo tenía una doble
vida: iba a un colegio de doble escolaridad (por la mañana cursaba
un bachillerato comercial; por la tarde tenía los cursos de lengua
alemana, materias asociadas y gimnasia) y tenía dos grupos de amigos
bien diferentes: los de la mañana y los de la tarde (el corte
vespertino se realizaba por nivel de lengua).
Mis amigos (y mi novia) de la mañana
se correspondían con el registro Isidorito Cañones. Los de la
tarde, en cambio, eran más bien de izquierda. Con ellos me reunía a
cantar canciones antifascistas, folklore latinoamericano de
vanguardia, y a comentar libros de Neruda y a imaginar un mundo
mejor.
Cantábamos: “Bandiera nera la
vogliamo: No!/ Perchè l'è il simbolo della galera/ Bandiera nera la
vogliamo: No!// Bandiera bianca la vogliamo: No!/ Perchè l'è il
simbolo dell'ignoranza/ Bandiera bianca la vogliamo: No!// Bandiera
rossa la vogliamo: Si!/ Perchè l'è il simbolo della riscossa/
Bandiera rossa la vogliamo: Si!” (todavía ahora, cuando googleo la
canción, me conmueve, y me acuerdo de Norma y de Raúl Miranda, de
Ricardo Richter, de Ada y Leda Groppo, de mí mismo y de mis
principios-esperanza).
Me detengo en estos pormenores
biográficos porque he leído, en estos días, que una ciertas
juventudes fascistas se presentaron en la Casa de Gobierno y, dada la
irritación que produjeron, me enteré por la prensa no tanto de su
previsible ideología, sino de sus programas de reclamos, entre
ellos: la reinstauración del servicio militar obligatorio, cosa que
los críticos de estos jóvenes de Biondini consideran el colmo del
programa fascista, junto con la pena de muerte.
El asunto me alarma porque muchas veces
he señalado ante mis amigos progresistas que el servicio militar
obligatorio era, al menos en Argentina, una intervención del Estado
que completaba el programa de la escuela pública, laica y gratuita y
que, si terminó como terminó (cancelado por el mismo gobierno que
privatizó las empresas del Estado, redujo al mínimo los servicios
ferroviarios, destruyó el sistema educativo nacional y vendió armas
clandestinamente), eso no quita que pueda y deba someterse a debate
la desaparición de una pieza fundamental de la educación cívica.
Propongo una analogía: si un tren
descontrolado mata a 51 personas y hiere a más de 700, ¿habría que
cancelar por eso el transporte ferroviario?
Yo hice el servicio militar obligatorio
en circunstancias de terror y no lo disfruté ni me hace gracia
recordarlo. Pero soy capaz de imaginar una institución semejante (no
idéntica) sin prejuicios: como un programa formativo que, a partir
de extraer a los jóvenes de sus burbujas de clase, de sus
encadenamientos territoriales y de sus grupos automáticos de
referencia, les permitiera relacionarse de un modo más dinámico (y
menos televisivo) con los sistemas jerárquicos, las culturas
regionales, las particularidades étnicas y de género y ciertos
valores cívicos (la solidaridad, el trabajo comunitario, la lógica
del don, el valor de la lectoescritura) que están totalmente
ausentes de nuestro horizonte.
Históricamente fueron las Fuerzas
Armadas las encargadas de llevar adelante ese programa porque eran la
únicas instituciones con una vasta organización territorial. Pero
los tiempos han cambiado y se podría pensar ahora en un Servicio
Civil Obligatorio (que incluyera, naturalmente, instrucción militar
básica mientras existan en el país fuerzas militares, incluida la
Prefectura y la Gendarmería) que excluyera la explotación física,
la humillación, el terrorismo autoritario y los privilegios de clase
y que permitiera a quienes participaran del programa confrontar su
propio modo de vida con modos ajenos, acceder a ventajas educativas y
sanitarias, todo mientras se realiza algún tipo de acción
comunitaria en áreas que podrían incluso ser electivas de acuerdo
con afinidades (transporte, educación, salud, turismo, tecnologías,
etc.).
Entiendo que un programa semejante
pueda caracterizarse como “liberal”. En modo alguno aceptaría
que se lo considerara “fascista”. Tampoco abogo por reponer nada,
sólo imagino lugares menos complacientes para nuestras conciencias
desgarradas.
5 comentarios:
Hola, alguna vez el papá de un amigo que era rosarino y había hecho la colimba en el interior de la provincia me contó que cuando él la hizo había mucha gente que no sabía leer y escribir y aprendieron en la colimba.
Que tomaron vacunas, tuvieron la primer revisación médica.
Él comentaba que al sacar la colimba esa gente iba a perder eso.
Es un tema que debería debatirse.
Saludos.
Por la vuelta de los boy scouts! (hay algunos grupos, pero son escasos y mayormente parroquiales).
Coincido. Aunque nos lincharían los bien pensantes.
Tiemblo.
Acuerdo con tu comentario y tengo entendido que en la norma de 1994 técnicamente "el servicio militar obligatorio sigue vigente, puede ser puesto en práctica en tiempos de guerra, crisis o emergencia nacional. Estas condiciones son definidas por las autoridades del Estado en cualquier momento, bajo criterio exclusivo del Poder Ejecutivo".
http://www.elintransigente.com/sociedad/2016/9/26/otro-caso-carrasco-atacaron-bano-cadete-anos-estado-dramatico-404559.html
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