Por Daniel Link para Perfil
Después de escuchar el discurso de
Meryl Streep, mira una y otra vez el video de Donald Trump imitando a
un entrevistador adverso y piensa que el presidente electo tiene
razón: la máxima autoridad política del mundo no se está burlando
de un discapacitado. Aunque el periodista no hubiera sido
discapacitado, él lo hubiera mimado del mismo modo. Por ejemplo, si
hubiera sido homosexual, si hablara mal el inglés o si fuera una
mujer o se identificara con una minoría racial (el republicano
hispano Ted Cruz fue objeto de la misma burla).
La astucia de Meryl Streep consistió
en encontrar el momento justo en que la relación de poder se revela
en toda su violencia. El poder es un
tipo específico de relaciones de fuerzas que han sido
institucionalizado, cristalizado e inmovilizado para beneficio de
algunos y perjuicio de otros. Donald Trump podría haber sido más
políticamente correcto, pero de todos modos la relación de poder en
la que se coloca implica el perjuicio de muchos “otros”, tantos
que, precisamente por eso mismo, encontrar el momento justo en que la
relación de poder se vuelve intolerable es casi como buscar una
aguja en un pajar.
Hay
que ser perspicaz, hay que ser capaz de ver
lo evidente (Viola Davis subrayó esa capacidad de Meryl Streep) para
desbaratar una relación de poder o, al menos, denunciarla en toda su
iniquidad. El momento elegido es paradigmático porque es
incontestable: usted está burlándose de una persona ejerciendo una
violencia que aniquila al otro como tal (sea éste un discapacitado,
una mujer, una minoría racial, un disidente sexual o un migrante:
outsiders,
dijo Meryl Streep, lo que se llama queer);
usted es hablado por “ese
instinto para humillar que le da permiso a otras personas a hacer lo
mismo. La falta de respeto invita a la falta de respeto, la violencia
invita a la violencia”.
Pero
el discurso mismo de Meryl Streep dice otra cosa. No dice sólo que
el ejercicio violento del poder invita a la violencia social (lo que
es cierto y, a esta altura del partido, probablemente inevitable).
Dice, además, que donde hay poder hay resistencia y que la
resistencia llama a la solidaridad.
Por
supuesto, ni Hollywood es la sede de la revolución ni Meryl Streep
es Rosa Luxemburgo, pero como lo que adviene tiene la forma de una
guerra civil difusa, sus palabras se leyeron estratégicamente como
la marcación una línea divisoria y una demanda de solidaridad.
Trump se sintió obligado
a contestar, y las palabras que usó, una vez más, subrayaron lo
evidente: en su twitter puso a la actriz en el lugar de “Hillary
flunky”, una relación de servidumbre y desigualdad (“lacayo”)
que constituye la base de su imaginación de las relaciones sociales
y políticas. A Hillary Clinton nunca la llamó lacaya de Wall Street
(en todo caso “crooked”, torcida, deshonesta) porque ambos forman
parte del mismo círculo.
De todos modos, al
responder a un lacayo, el lugar de soberanía desde el cual se mima
burlonamente cualquier comportamiento que se aparte de la imaginación
regia queda minado, como si se tratara de un lugar ocupado por el
muñeco de un ventrílocuo cuya gracia está en decir precisamente
aquello que el ventrílocuo nunca diría.
¿Por qué contestarle a
Meryl Streep? ¿Por qué incitar a quienes no hubieron visto su show
de ventriloquía a hacerlo y a compartir con Maryl Streep la
sensación de corazón deshecho y congelado? ¿Sobrevalorada, Meryl
Streep? ¿Acaso no interpeló al poder y lo obligó a contestarle? ¿Y
acaso el poder no le contestó en términos tales que subrayó la
línea divisoria?: Ustedes, los lacayos, están allí para que
podamos insultarlos y burlarnos de ustedes, ¿qué les resulta
escandaloso en esa relación de poder en la que están involucrados?
Lo que subrayó Meryl
Streep es que el poder ejercido con violenta desinhibición es, a la
vez que mímesis de la desinhibición social (finalmente, a través
de Trump hablan sus votantes) sino la apología de la violencia (como
lo son los deportes y las artes marciales).
Contra eso, la advertencia
de que la violencia genera violencia, deberá entenderse también
como una llamada a la profundización de los vínculos solidarios.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario