Por Daniel Link para Perfil
Los amigos que viven en Barcelona, aún
en su escepticismo, votaron por el Sí. “Con total normalidad”,
aclaran. “A por la República”, dicen. Y agregan: “Seremos el
nuevo paraíso fiscal de Europa, de la mano de los rusos, que han
comprado ya media Catalunya”.
Los comentarios que llegan por whatsapp
son más que elocuentes: de las más de dos mil mesas dispuestas para
el referendum, la guardia civil y las fuerzas represivas enviadas por
el protofascista Rajoy sólo consiguieron cerrar o intervenir poco
más de noventa. En el resto de las mesas, los comicios se
desenvolvieron con total normalidad. El desmedido aparato represivo
que se montó contra las viejitas catalanas que fueron a votar, sin
ninguna consideración sobre la potencia de las imágenes en
sociedades ciberalfabetizadas, muestra la incompetencia del PP,
denunciada desde hace ya más de cinco años, para gestionar una
crisis que no hizo más que crecer mes a mes.
En segundo término: el voto por la
secesión (promovida al mismo tiempo por la evasora burguesía
catalana y sectores anarquistas, en rarísima alianza) es un voto
antimonárquico, y por eso mismo, con una carga emocional simpática
con independencia de cualquier consideración estratégica: se votaba
por la República, de larga tradición en territorio catalán, con
sus héroes y mártires. En algunos casos, lo que se reivindicaba era
lisa y llanamente el derecho al voto (tanto en Madrid como en el País
Vasco hubo manifestaciones en ese sentido) o, lo que es lo mismo, a
la soberanía sobre si (que en derecho de gentes se llama
“autodeterminación”).
En tercer lugar: es dudoso que, aún
con su cacareado poderío industrial, Catalunya pueda ser un Estado
económicamente independiente, lo que alienta la especulación
paranoica (el tema ruso) o lisa y llanamente la especulación
financiera a la que el Estado catalán debería someterse para
equilibrar sus cuentas.
Europa no se vio venir el disparate
provocado por el Reino de España y ahora es convocada a intervenir
en un conflicto que no le agrada en absoluto, porque todavía no ha
digerido bien el Brexit (¡otro referendum!, ¡otra
autodeterminación!) cuando, en la otra punta del rompecabezas, se
soliviantan unos mediterráneos que ni siquiera van a servir como
enlace en sus complejos negocios con la América hispánica, y en
centro mismo del tablero, los neonazis se convierten en tercer fuerza
parlamentaria.
Lo que vendrá no será seguramente la
paz soñada sino un resurgimiento de nacionalismos y la
profundización de las tensiones.
Que se jodan: al haber aceptado el
principio de autodeterminación para las Malvinas, están obligados a
hacer lo mismo en su propia casa, donde el colonialismo y el
imperialismo podían perfectamente usar máscaras galantes pero en el
fondo funcionaba de la misma forma, desde Irlanda hasta Catalunya, y
más allá.
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