Por Daniel Link para Perfil
Sin casi haber podido disfrutar el
receso invernal, el segundo cuatrimestre se nos vino encima. La
semana pasada comenzamos a dictar la materia Literatura del Siglo XX
en el Centro Universitario Devoto, para internos que cursan la
carrera de Letras, estudiantes de otras carreras o simplemente
oyentes.
Para ponerme en situación, miré
algunas series carcelarias, la legendaria Oz (1997-2003) y la
primera temporada de El marginal en la versión de Netflix.
Las dos son fantasías deliciosas que naturalmente no me prepararon
bien para el curso, salvo en el hecho de que las cárceles son, para
quienes no las habitan, espacios imaginarios que se llenan de los
deseos de la sociedad para las cuales existen. Para El marginal
no hay redención posible, y educar en ese contexto es como escupir
al cielo.
Sin embargo, vamos a Devoto a refrendar
un compromiso con la educación pública que en los países
latinoamericanos está siendo objeto de una violencia desconocida
hasta ahora, más allá de la cuestión meramente presupuestaria. Se
trata lisa y llanamente de la privatización de las actividades de
enseñanza, investigación y extensión.
En los últimas semanas,
la prensa brasileña informó sobre un proyecto del Ministerio de
Educación para reformar la "autonomía financiera" de la
educación superior pública federal, allanando el camino para el
cobro de mensualidades a los alumnos.
Bolsonaro y Weintraub tienen la intención de liberar al Estado de su responsabilidad como garante de la financiación de la educación superior, profundizando los recortes ya iniciados (un 30 % en mayo) y de poner fin a la carrera pública de los funcionarios federales de educación estimulando la incorporación de nuevos docentes a través del sistema de contratación privada.
Bolsonaro y Weintraub tienen la intención de liberar al Estado de su responsabilidad como garante de la financiación de la educación superior, profundizando los recortes ya iniciados (un 30 % en mayo) y de poner fin a la carrera pública de los funcionarios federales de educación estimulando la incorporación de nuevos docentes a través del sistema de contratación privada.
Un programa como UBA
XXII, que dicta carreras de grado con modalidad presencial y
actividades de extensión en establecimientos del Servicio
Penitenciario Federal para garantizar el acceso a la formación
universitaria de personas que se encuentran privadas de su libertad
ambulatoria desde hace 34 años, supone una imaginación muy
diferente de la persona y de la educación de la que se puede ver en
El marginal y de la que atenaza los ministerios de la derecha
latinoamericana: la educación integra democráticamente.
De México a Argentina, los Consejos
Universitarios repudiaron las medidas de Bolsonaro. Pero nada indica
que Brasil no marque un rumbo que otros quieran seguir. En
Argentina, por ejemplo, acaba de reformarse el sistema de
categorización de investigadores para incorporar al beneficio de
incentivos a docentes de universidades privadas y una encuestra
realizada por el ex-Ministerio de Ciencia y Tecnología proponía en
cada uno de sus ítems (eran más de veinte) la conveniencia de que
las empresas financiaran la investigación en las universidades.
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