sábado, 23 de agosto de 2025

Un oscuro día de justicia

Por Daniel Link para Perfil

Seamos justos: Presidencia nos ha pedido que discutamos los conceptos, y no las formas. Lo primero que habría que decir es que una cosa no existe sin la otra y que tanto la expresión como el contenido están ya formados. Pero dejemos ese presupuesto de alta filosofía del lenguaje para otro momento y vayamos a lo que, desde una inteligencia silvestre, se considera un “concepto”. Tomemos el caso del concepto “genocidio”, dado que Presidencia fundamentó su veto a la emergencia en discapacidad, a los aumentos salariales en el Hospital Garrahan y otras medidas igualmente urgentes, tomando en cuenta ese concepto: aumentar ahora esos subsidios significaría el genocidio de las generaciones futuras.

Si alguien dijera que Israel está cometiendo un genocidio en Gaza (algo que señalan no sólo muchas voces autorizadas en varias partes del mundo sino también, y sobre todo, en Israel) le saltarían a la yugular al grito de “antisemitismo”. Y sin embargo, se permite graciosamente que Presidencia considere que la pérdida de poder adquisitivo es un genocidio y nadie levanta la voz para protestar por semejante despropósito.

De un lado tenemos el riesgo material de vida de ancianos, niños enfermos y quienes padecen alguna discapacidad y sus familias (para las cuales quienes las prestaciones por discapacidad se han reducido tan drásticamente como la provisión de medicamentos) y del otro jóvenes cuyo poder adquisitivo se vería recortado hipotéticamente en un porcentaje mínimo. Hacer caer el concepto “genocidio” de ese lado imaginado y futuro de la balanza y no del otro (real y concreto) no puede atribuirse a un simple error de concepto sino a algo que estaba ya previsto en las formas de discurso (“viejos meados”, el enfrentamiento de Presidencia con un niño autista en las redes, etc).

Pero así como los enunciados no pueden pensarse en términos de conceptos sin forma, tampoco puede pensarse la vida como algo no formado. O, mejor dicho, sí puede pensarse de ese modo, pero el resultado es una vida desprovista de todo predicado político, una vida desnuda, algo parecido (aunque no es exactamente lo mismo) a la vida vegetativa.

Es lo que hizo el nazismo cuando emprendió sus procesos de exterminio, sus genocidios. Las personas sobre las cuales se ejerció ese biopoder fueron privadas de ciudadanía y de derechos, fueron transformadas en vidas informes para luego ser exterminadas.

Al negársele ahora a un discapacitado su forma (que es al mismo tiempo biológica y jurídica) se le niegan también sus derechos y se lo arroja al umbral mismo de su exterminio: eso es lo genocida y no que un joven, como dijo el vocero extraoficial de Presidencia: “Si habías pagado un viaje a Buzios para fin de año, olvidate”.

Pareciera que en Argentina no hay lugar, al mismo tiempo, para que alguien vaya a Buzios y para que alguien tenga sus necesidades en la discapacidad cubiertas. Ante esa disyuntiva, el Poder Ejecutivo desoye el mandato legislativo y veta una ley (o dos, o tres) en favor de Buzios. Por favor, por una vez: seamos justos.

 

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