domingo, 16 de enero de 2005

Petit Mar del Plata

por Daniel Link

Que Martínez (ese pueblo de los suburbios de Buenos Aires) se parezca a Mar del Plata, no es sorprendente pero merece algunas consideraciones sobre todo en relación con la posibilidad del miniturismo: la Perla del Atlántico a media hora de tren.
El rosario de pueblos-estaciones que se desgranan hacia el norte de Buenos Aires (Vicente López, Olivos, La Lucila, Martínez, Acasusso, San Isidro, etc...) surgen sobre todo de dos tensiones económico-demográficas: por un lado, el generoso "loteo" al que la zona fue sometida cuando Buenos Aires comenzaba a convertirse en la cabeza de Goliath, y que significó el otorgamiento a las ricas familias criollas de una franja de tierra de una legua de longitud, en sentido perpendicular al Río de la Plata. La calle Fondo de la Legua, precisamente, que constituye uno de los límites de Martínez, se cruza con el nacimiento de Avenida de Mayo, del otro lado de la Panamericana, justo cuando esa petit Mar del Plata se transforma en Villa Adelina. Ese núcleo patriótico-criollista es un testimonio escalofriante de lo que alguna fue el poderío de la oligarquía terrateniente: desde el río hasta la actual Panamericana (la legua de largo) y un ancho variable de aproximadamente veinte cuadras. Una de las familias que se benefició de la generosidad del Estado fue la de los Anchorena, de lo que queda testimonio en el nombre de la estación del antiguo ferrocarril Mitre (hoy Tren de la Costa) que domina la costa de Martínez. La otra variable históricamente necesaria para comprender la geopolítica de la zona norte tiene que ver con las vías de comunicación: el tren, las avenidas (Libertador, Centenario-Santa Fe-Maipú) y las autopistas (Panamericana) que progresivamente fueron cortando los grandes dominios terratenientes. En Martínez, donde se cortan la avenida Santa Fe y la calle Edison queda un resto de lo que antiguamente fue un paso de carretas: el Antiguo Calcagno (que antes era posta y ahora es restaurante) cultiva con orgullo el hecho de ser uno de los comedores más antiguos del Norte.
Lo que hoy se llama Martínez es una pequeña ciudad que creció alrededor de la estación de tren del mismo nombre hasta las calles Paraná (hacia el sur) y Dardo Rocha (hacia el norte), justo al lado del hipódromo de San Isidro, el más bello de Buenos Aires. Por supuesto, Martínez tiene un centro comercial (en todo idéntico al centro de Mar del Plata, e igualmente horrible), organizado alrededor de la intersección de la calle Alvear y la Avenida Santa Fe. En compensación, Martínez tiene una de las mejores costas de la margen derecha del Río de la Plata: bajando por la calle Pacheco (a pasos de la estación Anchorena) se llega al espigón de pesca (como todos ellos, en todas partes, un espectáculo antropológico en sí mismo) y, al costado, un parque público por el que los días que no sopla viento del sudeste es delicioso pasear, hacer picnic, mirar el río.
Del otro lado del espigón se concentran dos o tres locales gastronómicos, de los cuales el mejor es La Arboleda, un restaurante-parrilla con una gran terraza de madera rodeada de sauces desde la que se puede ver, a lo lejos y en el fondo, un perfil de Buenos Aires que, por un momento, hasta parece una bella ciudad hecha para ser vista desde esa distancia ideal. Al mediodía, el lugar suma el encanto de los barcos a vela dominando el horizonte. A la noche, junto al río, el viento y la humedad pueden causar estragos, por lo que es mejor ir abrigados o asegurarse una mesa adentro (reservas al 47 93 75 57, laarboleda@sion.com): eso sí, adentro hay música y en la zona norte el gusto musical (como en prácticamente los demás rubros) es hiper-conservador, por lo que hay que aprender a comer con fondo de clásicos de los años ochenta (en el mejor de los casos, canciones de Sade).
Subiendo por Dardo Rocha hasta Fleming (la primera rotonda), al costado del Hipódromo, se llega a una zona de restaurantes para todos los gustos y presupuestos, desde tenedores libres hasta carísimos locales de estilo internacional, instalados en la antigua zona de caballerizas. Entre ellos se destaca la opulenta cocina de María Félix, especializado en comida mexicana (Dardo Rocha 1680, reservas al 47 17 18 64). Las margaritas a veces salen flojas, pero si uno reclama, las cambian.
Martínez, por supuesto, es más que un par de restaurantes y un centro de compras (Unicenter: ¡el más grande de Latinoamérica!). Es sobre todo grato caminar por sus calles arboladas -donde los lapachos, palos borrachos y jacarandáes alternan con naranjos- para descubrir, ahora sí, esos chalecitos de piedra que hermanan la localidad (mucho menos señorial que San Isidro) con los barrios finos de Mar del Plata.

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